AMOR
GALLEGO
Hola,
me llamo Rubén, tengo 18 años y soy de Santiago. Tal vez os estaréis
preguntando qué hago yo escribiendo; en vez de estar jugando a la consola o de
fiesta con mis amigos como ellos hacen cada sábado. La respuesta es simple:
necesito contaros algo maravilloso.
Todo
se remonta a Diciembre del año pasado. Yo estudiaba segundo de bachillerato con
el propósito de algún día ver realizado mi mayor deseo: estudiar Medicina. Como
ya es por todos conocido, este propósito no es fácil, y requiere muchas tardes
de esfuerzo a lo largo de un año exigente en todos los aspectos.
Fue
en una de esas tardes de estudio, en las que células, sintagmas, filósofos y
demás partes del amplio temario saturan tu cabeza, cuando mi vida cambió por
completo. Estaba siendo un día muy duro, y pensé que no me haría ningún mal dar
una vuelta por el barrio donde vivía, para después poder continuar con mi
labor. Me abroché mis botas de cuero, me abrigué debidamente y salí de casa
mientras me tomaba el ya tradicional plátano de las seis para activar mis
neuronas.